Escribe: Dra. Claudia Graciela Muscio | Museo de Historia Regional Tristán Suárez del Distrito de Ezeiza
Quienes hemos recorrido nuestro país durante décadas necesariamente comparamos provincias, regiones, ciudades. Pero en algo se asemejan: en la ausencia de auténticas políticas de Estado en materia de preservación y custodia del patrimonio natural y cultural.
En efecto, a la indiferencia, la apatía, la falta de decisiones políticas con proyección a largo plazo se suma la presión de los brokers inmobiliarios que venden y pretenden vender dominio público y privado del Estado. Si así no fuese, no se construirían monumentales hoteles con vista al lago y sobre el camino de sirga, en el Parque Nacional Nahuel Huapi (por poner solo un ejemplo).
He fotografiado durante lustros el patrimonio histórico de todas las provincias argentinas. He repetido tomas fotográficas a través del tiempo para verificar el deterioro o lamentar la demolición. Los gobiernos locales y provinciales se han dormido ante el avance de la demolición, la topadora, la masa y el martillo. Pululan los comercios donde se venden (y se compran) los relictos de las demoliciones. Destruyen el patrimonio histórico en pocas semanas. Derriban árboles, bosques nativos, construyen en humedales, tapando la salida natural de cursos de agua y provocando inundaciones, y pretenden desalojar a la fauna territorial de su hábitat.
El panorama es desolador y la tendencia arquitectónica consiste en construir viviendas y locales idénticos, donde la creatividad del hombre no se imponga con algún detalle ornamental. Pero los indiferentes, los que consideran que no tenemos patrimonio digno de valoración, viajan a otros sitios del mundo y regresan estupefactos por el cuidado de monumentos y sitios históricos y el aprovechamiento turístico de tales lugares. Allá sí, aquí no. De la misma manera, no se atreven a arrojar un plástico en la vía pública; adoptan conductas bipolares: cuidan lo ajeno, deterioran la casa propia. La naturaleza y el medioambiente se deben respetar en cada segundo de nuestras vidas, y la educación escolar debe enfatizar conductas de preservación del medioambiente, la tierra, la naturaleza.
Es compleja la tarea de las secretarías de Patrimonio de los municipios y departamentos de cada provincia: hemos tomado contacto con muchas y su lucha es permanente. Siempre se necesita el respaldo legal de normas locales pertinentes.
Lo cierto es que la destrucción del patrimonio le está robando identidad a pueblitos y ciudades.
Existen honrosas excepciones a esta lamentable regla. Defender el patrimonio natural y cultural es deber individual de todo argentino y, amplío, de todo habitante de la Nación, pero también debe ser política de Estado de todos los centros de poder de decisión política. Es que el Estado debe estar presente y regular y normatizar el comportamiento de los habitantes de la Nación.
Decíamos que existen excepciones a la situación descripta generalizada. Apuntemos algunas: en Córdoba, se puso en valor el “antiguo Camino Real”, que llega a San Francisco del Chañar. Córdoba también preservó Tulumba, Ischilín (ésta, iniciativa de Carlos Fader, nieto del pintor impresionista) y las estancias jesuíticas, entre otros sitios.
Salta ha impuesto, por normativa, que el frente de cada edificio o vivienda se preserve, pudiéndose refaccionar el interior. Llegó tarde, porque lamentablemente quedan en pie en Salta capital solo seis viviendas coloniales.
San Martín de los Andes hace esfuerzo de preservación, y también lo ha hecho Ushuaia (en este caso, con menos resultados positivos).
En la provincia de Santa Fe, las ruinas de Cayastá constituyen un emblema de que la edificación es el testigo viviente de una época. Y así, escasos ejemplos ponen de manifiesto que custodiar el patrimonio se puede y se debe, y, además, es fuente de proyección turística y empleo.
En la provincia de Buenos Aires, Chascomús y San Antonio de Areco han sido pioneras en la aplicación de políticas públicas de custodia. Carmen de Patagones es un ejemplo en la materia.
En Ezeiza, el interés por la custodia, el cuidado, la consideración y el respeto por el patrimonio natural y cultural está instalado desde hace mucho tiempo en la gestión municipal. Santa Bárbara, la antigua ferretería y las viviendas de Bórtoli en Tristán Suárez, El Recreo en Tristán Suárez, el aras Buenos Aires, las estaciones ferroviarias del distrito son joyas (entre muchas otras) que han merecido atención y la tienen. Acompañemos, cuidemos, seamos protagonistas de la custodia de arroyos, ríos, bosques nativos y los que no lo son, de la fauna que necesita nuestra atención y severo respeto. Asumamos estas obligaciones, seamos conscientes de que nuestro ambiente, nuestra historia y cultura se construyen entre todos, todos los días de nuestras vidas.