El Polo Museográfico Tristán Suárez del Distrito de Ezeiza está constituido por la sede central del Museo Regional Tristán Suárez del Distrito de Ezeiza (Eustaquio Gómez y Antonio Farina, bajo las tribunas del Club Tristán Suárez), el Anexo Paleontológico José Fernando Bonaparte (Eustaquio Gómez y Antonio Farina, frente al Museo) y el Anexo de la Ferretería Bortoli (avenida Kirchner N° 11 y 15).
Escribe: Elio Salmón (Junta de Estudios Históricos del Distrito de Ezeiza). Fotos: Facundo Luque y Archivo Histórico
Desde octubre de 2023, el distrito de Ezeiza cuenta con el Polo Museográfico Tristán Suárez, el quinto de importancia que existe en nuestro país. Dirigido por el Museo de Historia Regional de Tristán Suárez del Distrito de Ezeiza, se anunció oficialmente cuando la entidad recibió en custodia (por parte Municipalidad de Ezeiza, en un acto presidido por Gastón Granados) el inmueble donde funcionaba la célebre Ferretería Bortoli, sobre la avenida Néstor Kirchner N° 11 y 15 (ruta 205 ex Sarmiento), a pocos metros de la estación de trenes. El Polo Museográfico Tristán Suárez del Distrito de Ezeiza está constituido por la sede central del Museo Regional Tristán Suárez del Distrito de Ezeiza (Eustaquio Gómez y Antonio Farina, bajo las tribunas del Club Tristán Suárez), el Anexo Paleontológico José Fernando Bonaparte (Eustaquio Gómez y Antonio Farina, frente al Museo) y el Anexo de la Ferretería Bortoli (avenida Kirchner N° 11 y 15).La doctora Claudia Muscio, presidenta de la comisión directiva del Museo de Historia Regional, destacó que dicho Polo es el quinto polo de relevancia en Argentina. El primero polo se encuentra en la Capital Federal, integrado por la Manzana de las Luces, la Casa Rosada, los túneles y la Catedral, entre otros edificios. El segundo se halla en Córdoba capital, con los conventos jesuitas junto a salas y museos. El tercero se ubica en Luján con La Basílica como epicentro, con diversos espacios museográficos, impulsado por el profesor Jorge Udaondo. El cuarto en el Complejo Carmen de Patagones, y ahora, se suma el Polo Museográfico Tristán Suárez.
EL NUEVO ENCLAVE. La Ferretería Bortoli (que cerró sus puertas en 1993) se engalana por su excelente arquitectura de la década de 1940. Cuenta con dos plantas, sótano, un extenso patio, garaje con fosa. La edificación se mantiene con gran solidez. Está terminando de ser refaccionada por empleados del municipio, amigos de la comisión y otros contratados. Los docentes y directivos contarán con una propuesta cercana para futuras salidas educativas tan necesarias en nuestras escuelas. Es necesario enseñar a amar nuestro patrimonio desde la niñez, ya que no se puede cuidar lo que se desconoce. Además de la ferretería, se halla su casa paterna de los Bortoli, ubicada a pocos metros de la estación. “La casa no necesita incorporar ningún otro objeto histórico. Conserva pisos calcáreos, un zaguán al estilo hornero, techo bovedilla y la cocina en el fondo que coincide con la ubicación del patio y la huerta, todo bien estilo colonial. Cuenta con varias habitaciones que en su momento fueron consultorios médicos”, aseguró la directora del museo. Para un recorrido histórico, se toma el ferrocarril y las cuatro manzanas fundacionales entre 205, Belgrano, Farina y Moreno, así como la Escuela Canale y Parroquia Cristo Rey que datan de la década del 30.
HUELLAS. En 2019 el HCDE, presidido por Dulce Granados, dictó una ordenanza que permite a instituciones como el Museo custodiar todo lo que forma parte del patrimonio histórico. “Así fue cómo surgió la idea de Ezeiza como uno de los polos museográficos a nivel nacional”, explicó la Dra. Muscio. La creación del Polo implica la curaduría y conservación de los sitios donde hay huellas de nuestra historia. Celebramos la decisión del intendente Gastón Granados de promover el desarrollo de estos lugares para el cuidado y la difusión de nuestra identidad. Estos sitios se convierten en andamiajes para toda la comunidad. Además es una gran apuesta al turismo, pues son fábricas sin humo, poseedoras de potenciales fuentes laborales a la vez que recreativas. Durante 2023 el profesor Jorge Ravone y Claudia Muscio capacitaron a estudiantes de turismo y guías locales para atender la demanda de las personas que quieran visitar las diferentes instalaciones.
LA FERRETERÍA DE LOS BORTOLI | Ícono entre los primeros comercios
La ferretería de los hermanos Bortoli (ahora convertida en un anexo del Museo de Historia Regional de Tristán Suárez del Distrito de Ezeiza) tuvo un gran protagonismo entre los primeros comercios suarenses, de mediados del siglo XX. Comenzaba el proceso de la lenta extinción de los famosos ramos generales que vendían de todo y eran sitios de respuesta a las necesidades circunstanciales que podrían llegar a surgir en estas tierras. “Eran almacén, tienda, talabartería, ferretería, fonda, banco, bolsa de trabajo y hasta peluquería”, según lo recordó Claudia Muscio en el artículo “Tristán Suárez nació con el ferrocarril” (La Voz de mi Parroquia, 26 de agosto 1995).
En la década de 1930 comenzó el proceso de sustitución de importaciones. En esta coyuntura comercial y social, en Argentina se empezó a fabricar lo que antes se importaba. Por ejemplo: herramientas, clavos, tornillos, tejas, alambres, artefactos de todo tipo, maquinarias, etcétera.
Pequeños talleres se transformaron en fábricas e industrias. Las ciudades comenzaron a poblarse más fortaleciendo poco a poco el mercado interno.
Corría el año 1938 y en el pueblo de Tristán Suárez encontramos en los censos alrededor de 1.000 personas viviendo en esta zona: criollos, ingleses, vascos, italianos, portugueses y libaneses. La vida urbana comenzaba a perfilarse lentamente en este crisol de lenguajes, costumbres y de una tierra extremadamente fértil. El ferrocarril fue de vital importancia, ya que no sólo fue el germen del pueblo, sino que conectó a los ciudadanos con la Capital Federal. Además los tamberos hasta la década del 60 pudieron hacer uso de sus vagones.
Esta familia de origen italiano estuvo conformada por cuatro varones y dos mujeres. Juan Evaristo, del que no conocemos nada aún. Conrado, Humberto, José Bautista (los ferreteros); Catalina y María Ema; todos nacidos en el cuartel IV de San Vicente. Cabe aclarar que en 1913 se modifica la jurisdicción pasando a depender de Esteban Echeverría hasta 1994, año en que se creó el partido de Ezeiza.
Juan Bortoli (padre), nacido en Italia, fue uno de los primeros zapateros en estos pagos. El zapatero de pueblo se encontraba entre los oficios fundamentales, ya que no existía aun la industria que conocemos como tal. era una de las figuras más visitadas por las personas que querían vestir bien para misa o algún evento social. Otro zapatero que es menester mencionar es Pedro Zaidán que tuvo su local llamado La Primera entre los años 1946 hasta 1975 aproximadamente. Actualmente la ferretería cuenta con herramientas que fueron del padre de los Bortoli, gracias a la selección y curaduría llevada a cabo en la recuperación del sitio. (No debemos olvidar de las alpargatas de yute, calzados muy utilizados por los tamberos, que seguramente era el producto más vendido por el Italiano).
TESTIMONIOS | “Un local muy completo”
Es conocida la afirmación del historiador Lucien Febvre: “La historia se hace con documentos escritos. Pero también puede hacerse, debe hacerse, sin documentos escritos si éstos no existen”. Por lo que los testimonios se convierten en una especie de llave maestra para esta investigación en curso. Continuando con la historia de la familia, empezamos a entrevistar a los antiguos pobladores. Uno de ellos es Horacio Gussoni, de 87 años, quien nos otorgó ciertos datos. Catalina Bortoli estaba casada con Pedro Telechea, tambero, y no tuvieron hijos. María Ema era soltera y vivió en la casa paterna hasta el fin de sus días. Ella lavaba, planchaba a los vecinos los cuellos y puños, y los almidonaba. Don Horacio, de familia de constructores, dijo: “Mi abuelo fue un antiguo poblador y toda la cuadra donde está la telefónica era de mi padre y de Juan Bortoli. Allí supo tener un corralón, ellos eran muy amigos. Cuando llegó el peronismo lo expropiaron y le dieron chauchas y palitos”
Los ferreteros Bortoli inicialmente se emplearon como boyeros, trabajaban en el tambo, tal es así que Humberto perdió el brazo izquierdo por el carbunclo. Un tábano le picó y fue el vector con la enfermedad infecciosa. Recién en la década del 50 comenzó a vacunarse a las personas que sufrían dicho flagelo, por lo que los parroquianos debían actuar rápidamente para que el resto del ganado y personas no se sigan contagiando con este brote. Siguiendo con la vida de esta familia, nuestra investigación pudo ser acreedora de información obtenida en los archivos del Registro Provincial de las Personas, en La Plata. Con esta documentación pudimos llegar a la conclusión que todos los Bortoli nacieron en Argentina, excepto los progenitores.
Retomando lo dicho anteriormente, esta zona era una cuenca lechera de importancia. El pequeño pueblo estaba rodeado de chacras, estancias y muchos tambos. Con el tiempo, Conrado con su hermano José se convirtieron en trabajadores municipales. Se conoce que José Bautista hasta supo tener las llaves del entonces palacio municipal. Horacio Gussoni contó que José, el último ferretero (1905-1991 circa), se enamoró de Inés Montani en las calles de Monte Grande. Ella vivía en Ocantos al 400. Con el tiempo se casaron y vinieron a vivir a la escuela Nº 4 Canale de la que ella fue directora. Pepe, como era conocido, se convirtió en pañolero municipal y trabajó en la construcción de los primeros asfaltos de la zona céntrica. Parece ser que ese trabajo de administrar herramientas y materiales lo motivó a construir en sociedad con sus hermanos Conrado y Humberto, la ferretería en cuestión. La vida de Inés Florinda Montani (1910-1979) merece un capítulo aparte. Por eso sólo mencionaremos que consta como la primera maestra en Canning, en la década del 30 y posee una calle en su honor frente a la vieja estación. Los hermanos Romano y Eligio Cresmani la recordaban como una excelente maestra, aunque algunos testimonios señalan que sus prácticas docentes fueron de relativa empatía. En la escuela Canale se jubiló en 1960 y falleció víctima de una enfermedad terminal a finales de la década del 70.
Los memoriosos recuerdan de la Ferretería Bortoli que era un local muy completo. Eduardo Alberto Jaureguiber, de 85 años, antiguo poblador, mencionó lo siguiente: “Te vendían hasta pulgas en caja si lo necesitabas. Tenían de todo, era la única en la zona. La mayoría de ellos eran solteros”.
Eduardo hizo esta afirmación a modo de chiste, pero invitándonos a pensar sobre las exitosas que fueron las ventas en este negocio familiar. La electricidad llegó a esta zona en el año 1941 y la ruta 205 en 1932, por lo que sumaría al desarrollo comercial de este pujante pueblo. El inmueble data del año 1940 y cuenta con sótano, primer piso y un galpón externo con fosa al final. Los hermanos Bortoli trabajaron y diseñaron concienzudamente, no escatimaron en materiales. Se puede notar en el excelente estado actual de la construcción. Los revoques no se caen y los pisos no están levantados.
Otro vecino octogenario, Claudio Mario López, mencionó: “Pepe Bortoli, les calentaba la pava negra grande a los tamberos mientras esperaban el tren lechero. Era un buen tipo. Les gustaba vender sin hablar, como a mí. Con el tiempo, le quise comprar un auto, que quería vender. Era un Taunus Cupe, sonaba lindo ese motor, pero al final no hicimos ese negocio”.
Delia Scarmendi, otra vecina, se sumó a la lista antiguos pobladores que prestaron su testimonio: “La ferretería era un lugar de encuentro de carreros. Frecuentaban los Lavallen, Méndez, Isolavella y Goyena, entre otros. Los tres hermanos ferreteros atendieron el local que gozaba de cierto prestigio. Era un lugar de ventas pero también de encuentros de vecinos y camperos”.
En los primeros días de diciembre, la presidenta del museo, Claudia Muscio, contactó a Rosa Carrizo, de 71 años, y a Silvia Cuyúa, de 54 años, madre e hija. En una recorrida por el edificio nos encontramos con información valiosísima. Fue emocionante para ellas entrar nuevamente al lugar después de tanto tiempo. En una entrevista abierta y llena de cordialidad, Rosa contó que se encargaba del aseo de la casa y de la comida luego del fallecimiento de Inés Montani. Ella se convirtió en una ayuda de más tiempo para José y su hijo, “Gogui”, apodo de José Antonio. Nos contó la cotidianidad de la familia y nos otorgó elementos para seguir conociendo e interpretando esta familia convertida en objeto de estudio para nosotros.
Silvia Cuyúa es docente jubilada. Acompañó a su madre en sus labores domésticos y nos regaló un perfil de José Bautista: “Don Bortoli tenía ojos azules, hermosos, calvo en sus últimos días, conservador, anglófilo, antiperonista y macanudo. A pesar de no contar con estudios, más allá de los elementales era un hombre informado, leía el diario La Nación y le gustaba escuchar el programa de Héctor Larrea a la mañana. Le atraía el fútbol, el boxeo, el tango”. Su canción favorita era “El choclo”. Recordó que “el fondo de la casa y el terreno lindante estaban llenos de frutales y nos convidaba baldes de frutas: naranjas, ciruelas, duraznos. Tenía de todo. Nos quería mucho, nosotros pasamos hacer su familia. Recuerdo que un día me llevó a recorrer la estación de tren, y me mostró donde las locomotoras inglesas cargaban agua. Me enseñó el tema de los niveles de las vías y por qué nunca se inundaban. Admiraba a los ingleses como grandes constructores y previsores. Una vez que falleció Inés, pudimos compartir la mesa. Almorzábamos juntos y luego íbamos a la escuela con mi hermana. Su único hijo, ‘Gogui’, no era sociable. Siempre andaba estudiando, en sus cosas. Escribía todo en inglés. Estaba un poco alterado. Era obsesivo con sus manos, entraba a la casa y directo al lavadero a lavarse. Nosotras no teníamos trato, sólo lo necesario”. Rosa Carrizo reveló que lo acompañó hasta el final a José Bautista Bortoli: “Lo sentimos mucho, fueron cerca de veinte años trabajando con él”, rememoró Rosa. La cantidad de información que Rosa y Silvia nos otorgaron merecen otra nota, por lo que pedimos licencia a los lectores y los invitamos a conocer la ferretería en persona para enriquecer aún más las intrigas que puedan surgir.
Esta investigación está en curso, pero queremos dejar en claro que a la muerte de José Bautista la ferretería no volvió a funcionar. Su único hijo, el contador, no siguió con el negocio familiar, siendo el último heredero de esta familia con más de un siglo de historia en Tristán Suárez. Hace unos meses que falleció dicho heredero, José Antonio (hijo de José Bautista e Inés Montani). La noticia causó estupor en la ciudad por la singularidad de los hechos acaecidos. Padecía el mal de Diógenes y una vida totalmente insalubre, lo que desencadenó en el descuido de su salud.
FUENTES. Agradecemos a quienes colaboraron para escribir estas líneas: Horacio Gussoni, Eduardo Jauregiber, Claudio López, Delia Scarmendi, Rosa Giorgis, Rosa Carrizo y Silvia Cuyúa (profesora de historia) —por sus testimonios—; la Biblioteca Faustino Sarmiento —por facilitarnos material para la investigación: “Los orígenes de Tristán Suárez”, artículo de Claudia Muscio en La Voz de mi Parroquia, 26 de agosto de 1995; Combates por la historia (Ariel, 1974), de Lucien Levre; Revista de Divulgación del Museo Regional Tristán Suárez. Homenaje al Bicentenario de la Patria; y Te llamaremos Canning (2011) de Leticia Zattera—; y al Museo de Historia Regional de Tristán Suárez del Distrito de Ezeiza —por ayudarnos con datos y con el chequeo de la información.
ARQUITECTURA. La Ferretería Bortoli se destaca por una arquitectura característica de la década de 1940.
PIONEROS. Socios vitalicios del Club Tristán Suárez, en 1961. Conrado
Bortoli (uno de los fundadores de la institución) es el cuarto a la izquierda.
CURSO DE GUÍAS. Claudia Muscio y Jorge Ravone le entregan el diploma de guía de turismo a Hernán Maldonado (profesor de inglés).
Genealogía de la descendencia Bortoli en Tristán Suárez. Juan Bortoli (1869-…) y Catalina Ghiselli (1871-1952), ambos de nacionalidad italiana, registrados en el Cuartel IV de San Vicente; con varias actas de nacimientos. Sus hijos fueron: Juan Evaristo (1893-…), Humberto Cipriano (1896-1975, soltero), María Ema (1895-1968, soltera), Conrado Juan (1899-1964, soltero), Catalina María (1904-…, casada) y José Bautista (1905-1991 circa, casado). Fuente: Registro Provincial de las Personas (La Plata, Buenos Aires).
El Anexo Paleontológico José Fernando Bonaparte integra el Polo Museográfico. Carlos Renoldi fabricó un cráneo de tigre dientes de sable y el 7 de diciembre de 2023 lo donó a la entidad. Lo acompañan Claudia Muscio y Gladys Noemí Páez.
El Museo de HIstoria Regional Tristán Suárez del Distrito de Ezeiza es la entidad que nuclea el Polo Museográfico Tristán Suárez.