El concepto de familia. El deseo. La familia. Escribe: Dra. Cristina Alejandra Romano
Como abogada del niño, hace unos meses, participé de una audiencia donde un niño en edad preescolar, instado por el juez a decir que quería hacer de su vida, respondió: “Quiero tener una nueva familia”. Nadie de los presentes indagó lo que esa frase significa, nadie se atrevió a entrar en ese mundo de oscuridad que te lleva a tener menos de 6 años y pedir una familia como quien pide un objeto sin saber bien qué está pidiendo.
No nos atrevemos los adultos a pensar, qué hechos de nuestro comportamiento social e individual nos lleva a que un niño tenga que estar demandando una familia. La primera respuesta fácil es que eso solo le pasa a niños, que sus padres han sido personas que han “elegido la mala vida” sin analizar demasiado el contenido, sólo se repite en un total vacío del significado.
El análisis de las circunstancias que rodean a que un niño llegue al estado de adoptabilidad no han sido encaradas como políticas públicas en sus causas sino en sus efectos. Parece químérico plantear en estos tiempos, donde el individuo y la construcción fantasiosa de las ideas predomina sobre la realidad, un análisis, minucioso de las causas por las cuales se llega a la adoptabilidad.
Aparentemente todos nacemos de igual manera, pero no es así. Desde el niño no deseado, el impuesto o el deseado en un momento pero rechazado en otro, hacen un rompecabezas de infancias, muy difíciles de abordar. En los tres casos las necesidades de los niños son las mismas, pero no las respuestas y
estímulos que reciben.
El niño no deseado vive el rechazo desde la leche materna y el desamparo es total, si sobrevive a su primer año, ya lleva un sello invisible pero imborrable para el resto de su vida.
El impuesto, por los que en la actualidad no apoyan el aborto, tampoco definen una política de niñez que los contenga en su transito por la formación a la adultez. Los obliga a nacer en la hostilidad de lo punitivo, no los contienen y luego los penalizan a tempranas edades apartándolos de la sociedad que los obligó a existir pero no los ayuda a ser.
El último grupo es el de los niños de clase media nacidos de un proyecto de familia, que se desvanece a los pocos años, convirtiendo a los niños del divorcio como los rehenes pasivos o activos de las disputas no resueltas del ser y el parecer del mundo adulto, obligando a elegir el amor, la asistencia, el centro de vida y afectos, cuando aun no pueden entender en cabalidad por qué se ven obligados a tal elección.
Por tanto, en el día en el que comercialmente se festeja el Día del Niño y se discute con ahínco si decimos niño, niñe, o niñez, en una abstracción que nos pierde del ser concreto, los invito a preguntarnos qué podemos hacer desde lo social para dar respuesta a las necesidades de estos tres grupos de niños, para que parafraseando al Nano puedan seguir jodiendo con la pelota sin que por ello sean solo una molestia del mundo adulto.