Por Míster Afro | Esto No Está Chequeado | Ilustración: Digital Snatch | #FiccionesEzeicenses
El lunes vino a la redacción Luisa, una lectora de La Palabra que sufrió un ACV hace dos años. De buen semblante, caminaba erguida y sin bastón.
—¿Está Beto? ¿Está Torosaurio? —preguntó con voz clara y firme, apenas entró a la oficina.
Me emocionó el reencuentro: sabía de su mejoría por mis compañeros de equipo, pero yo no la veía desde fines de 2023.
—Sentate un rato, Luisa —le ofrecí—. ¿Querés tomar algo?
Aceptó un té con unos bizcochitos de grasa, y en la cocina del fondo nos pusimos a conversar sobre su salud.
—Recuperé la memoria en un cien por cien —remarcó, feliz— y decidí escribir mi biografía.
—¡Qué suerte, che! ¡Me alegro muchísimo! Vos tenés mucho para contar.
Con Luisa charlamos desde hace mucho. Le hice varias notas tanto por su militancia social como por su paso en la Escuela de Enfermería creada por Eva Perón en Barrio Uno.
—El otro día les decía a mis nietos sobre la importancia de cuidar la cabeza —dijo Luisa mientras masticaba un Don Satur—. A veces, cometemos los mismos errores por no aprender del pasado. Esto sucede en la política y en la vida misma. La gente olvida y vuelve a elegir a sus propios verdugos.
—Muy cierto, Luisa. Vivimos en el país del no me acuerdo. ¿Qué edad tienen tus nietos?
—Diez, quince y dieciocho.
—Sos una compu con la data actualizada.
—¡Sí! ¡Ando fenomenal!
—¿Te estás cuidando en las comidas?
—Me dieron una dieta estricta. Dicen que tengo presión alta y se me tapan las arterias. Pero eso no hace falta —respondió Luisa—. Lo importante es mantener la mente ocupada. El resto se acomoda solo.
Luisa me pidió otro tecito y terminó de bajarse el paquete de bizcochos.
Cuando se estaba yendo, me preguntó:
—Y vos, ¿quién sos? Nunca te había visto acá.
Me tomó por sorpresa: pensé que ella sabía con quién estaba hablando.
Para no incomodarla, le respondí:
—Soy Míster Afro. Escribo en la contratapa.
—Mucho gusto. Ya nos iremos conociendo —dijo con una enorme sonrisa—. Dejales mis saludos a Beto y Torosaurio.
—¿Te tratan bien los muchachos?
—Como el primer día que pisé esta redacción, allá por 1995.
La acompañé hasta la vereda y se marchó despacio, bajo la atenta mirada del sol. En la esquina de Tucumán y Liniers la vi desaparecer como el as de oro en el paño verde de un ilusionista.
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