NAVIDAD | Esperando a Papá Noel

Escribe: Dra. Cristina Alejandra Romano | Especialista en Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes

Un 22 de diciembre en una calle de un centro comercial: los adornos navideños en las vidrieras, las calles y las casas destellan el colorido de la próxima Navidad. Los niños con sus familiares hacen largas colas para darle a Papá Noel la cartita con sus pedidos de juguetes.
En forma paralela, en el Buenos Aires del tango “Chiquilín de Bachín”, un grupo de niños arma un árbol de Navidad con las “tías” en un instituto de menores. Quien no entra a un albergue no entiende este código por el cual las empleadas de la institución son llamadas tías para darle forma de hogar al espacio.
Los acontecimientos se suceden en forma concatenada y simultánea. María se va con los adoptantes. Juancito, con la voluntaria que dice que tiene un nene y podrá jugar. Melisa es más grande: ya sabe la vera historia de demasiadas cosas, entre ellas la de los regalos de Navidad, pero igual anhela en un pedacito de su ser que alguien también la invite a ella (su familia ya ni se acuerda de ella). Y piensa: “Quizá la cocinera me diga de ir. Ayer la ayudé”.
Mientras en un 30% las listas de pedidos son largas, en otro rincón ya no se espera el regalo material: se sabe que Papá Noel pasa de largo o se hace el distraído. Se anhela sólo que la angustia de no ser no se agigante con cada reno que no frene a vernos.
Cuando UNICEF nos pone a este Papá Noel en cifras, la pobreza no monetaria es del 42,6%; la extrema alcanza el 16,7%. Cuando hablamos de pobreza no monetaria, el 42,6% son quienes reciben alguna protección social. Quienes son considerados parte de la pobreza extrema ni siquiera reciben protección social.
Los renos sobrevuelan muy alto sobre el 70% de los niños y las niñas, cada Navidad. Así no se crece en libertad.

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