Escribe: Dra. Claudia G. Muscio | Directora del Museo de Historia Regional del Distrito de Ezeiza
En la provincia de San Juan la identidad regional posee un sello indeleble: el terremoto del 15 de enero de 1944. Murieron aproximadamente 10.000 personas y la magnitud del siniestro generó la idea de trasladar la capital destruida o incendiarla.
Pero Jáchal, es una ciudad cuna de tradiciones sanjuaninas, caracterizada por sus ancestrales costumbres, tierra que presenció la magnánima personalidad de Don Buenaventura Luna, que ha encarnado como pocos, el decir nacional.
Pero, la ignorancia quiso que un viejo almacén ubicado en una de las esquinas de la plaza principal, fuese absolutamente demolido y la ironía hizo dibujar y pintar en un gran panel y entre los escombros, al viejo comercio.
Provoca indignación la destrucción, la demolición, el saqueo iluso e ignorante del patrimonio natural y cultural.
En Europa, admiran antiguas edificaciones; aquí destruyen.
En Merlo, Provincia de San Luis, remodelaron la plaza principal (data del año 1720) con veredas brillantes, faroles de líneas futuristas y un descuido absoluto de antiguas formas.
En la casa natal de Sarmiento, en la capital de San Juan, vivienda de corte colonial que construyó su madre Doña Paula Albarracín en el telar (en esa época hasta los religiosos le encargaban el hábito talar a confeccionar en el telar criollo) la dirección anterior hizo despintar (para volver a la madera natural) las aberturas, con el deterioro patrimonial que este tipo de medidas acarrea.
Además, modificaron la cocina familiar y la desdibujaron porque nada tiene que ver la exhibida hoy con una cocina rural sanjuanina. Les hice ver estas observaciones y asintieron resignados aclarando, los empleados, no haber sido autores del hecho, lo que es verdad.
El cuidado, la custodia, la preservación patrimonial es una obligación impuesta por el artículo 41 de la Constitución Nacional.
Debe ser política de Estado en todo el ámbito territorial, el manejo racional de nuestros bienes naturales y culturales. No pueden quedar en manos de la ignorancia. Deben ponerse en valor, impedir burdas intervenciones, demoliciones, talas de árboles.
Ezeiza tiene y ha tenido decisión política en ese sentido. Es un bien para todos, no sólo para el disfrute hedonista de quienes queremos nuestra historia, sino que la preservación del patrimonio natural y cultural es un recurso turístico que genera fuentes laborales y que otorga dinámica económica distrital.
Sigamos cuidando lo nuestro, seamos obreros de la historia.