Escribe: Dra. Cristina Alejandra Romano
El proyecto de bajar la edad de imputabilidad de los jóvenes menores de 18 años para darles la misma pena por el mismo delito —a un adolescente de 13 años que a un hombre de 40, por ejemplo— está hoy en plena discusión en el Congreso y en la sociedad.
El fundamento central del Poder Ejecutivo, en tal sentido, dice en la página oficial Argentina.gob.ar: “Resulta imposible combatir a los delincuentes sin leyes que amparen a las Fuerzas Federales de Seguridad y a la Justicia a la hora de proteger a los argentinos de bien”.
¿Hablan de educar? No. ¿Se dice proteger previamente para que no cometan delitos? Tampoco. Sí, habla de proteger a los “argentinos de bien”. Un niño pobre que ha quedado sin familia y que se sustenta a base de paco, lo que lo lleva a delinquir, ¿es un argentino de mal?
¿Qué lleva a un adulto, en un país con más del 50 % de pobreza estructural desde hace años, a apoyar que se castigue a un niño de 13 años de por vida? ¿En qué sociedad nos hemos convertido que aprobamos el gaseo a una niña de 9 años? ¿Qué peligro representó esa niña al oficial que le arrojó gas en el rostro?
Hoy 29 de mayo se celebra el Día del Ejército por la creación de regimientos a cuatro días de la Revolución de Mayo, para la defensa de la soberanía nacional y la protección de los recursos naturales. ¿Qué nos pasó desde ese entonces hasta hoy? Transitamos un camino en el que, durante la década del 70, tuvimos un ejército que secuestró niños. Tratando de reconstruir tras tanto horror, en 1994 les dábamos a los Derechos del Niño rango constitucional. ¿Para qué? Si 21 años después volvemos al terrorismo de Estado pidiendo darles a las fuerzas de seguridad el poder de gasearlos, y a la Justicia el de encerrarlos de por vida.
Les propongo que, en lugar de clasificarlos en niños o adolescentes de bien o de mal (solo medidos por la cantidad en la cuenta bancaria de su familia), los consideremos seres humanos que deben ser protegidos desde la concepción hasta la adultez, independientemente de su raza, religión o situación económica de origen.
Tal vez lo que ahorremos en cárceles y les demos en mejor calidad de vida sea la mejor inversión, con un superávit que ninguna planilla Excel tiene capacidad para medir.
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